martes, 20 de noviembre de 2012

Lucrar con la opinión pública. Las mentiras y los engaños de La Nación en sus editoriales.









Miércoles 23 de mayo de 2012 | Editorial II





Lucrar con los derechos humanos
Es de esperar que el gobierno nacional no termine enredado en los ofensivos reclamos de Eduardo Saiegh
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Mediante una resolución del ex ministro de Economía Carlos Fernández, ratificada por un decreto, el gobierno nacional impidió el cobro de cincuenta millones de dólares que reclamaba como indemnización Eduardo Saiegh, quien fue propietario del ex Banco Latinoamericano, liquidado por insolvencia en 1981. Esta entidad cayó en esa situación agobiada por una cartera de autopréstamos y créditos a empresas insolventes. La liquidación siguió los procedimientos aplicables al caso.

Buscando otra alternativa para fundar su pretensión, Saiegh inició una querella por "secuestro y torturas", alegando haber sufrido delitos de lesa humanidad hace más de 30 años.

En la ratificación de su denuncia sostuvo: "Pasamos de un terrorismo de Estado -refiriéndose a la época de liquidación de su banco-, a un Estado de terror", en alusión al actual gobierno, que dictó la medida que lo perjudica.

Pero, paradójicamente, el mismo Estado nacional, a través de la Secretaría de Derechos Humanos, se ha hecho parte querellante en la misma causa adhiriendo "a la presentación y petitorio de las medidas efectuadas por el Sr. Agente Fiscal y el propio Eduardo Saiegh". De modo que el propio Gobierno hoy se denuncia a sí mismo, al no negar el calificativo de "Estado de terror" ni las demás descalificaciones.

Es de esperar que el nuevo secretario de Derechos Humanos separe la paja del trigo y evite que la gestión del organismo a su cargo se vea enredada en este burdo intento de lograr hacer un negocio de alto vuelo con reclamos vestidos de derechos humanos y antisemitismo, que ofenden la memoria de quienes han sufrido realmente violaciones de los derechos humanos..





Es de esperar que la opinión pública no termine enredada en las mentiras y engaños de la Nación.









El engaño al lector se articula desde el comienzo. Informan el decreto de 2010 como si se tratara de un hecho reciente. Configuran en un supuesto presente,  un supuesto conflicto entre Saiegh y el gobierno, cuando en realidad, el gobierno  respalda y acompaña sus reclamos  como co-querellante en la misma causa.  Agravian y difaman a Saiegh por sus reclamos, pero si los hace el gobierno, no pasa nada, nadie se ofende.  Al contrario,  la editorial lo defiende, se pone de su lado y así termina reciclando los argumentos del terrorismo de estado para justificar la medida.


Se saca de contexto el decreto, se distorsionan unas partes, se ocultan otras, y el relato oficial  parece contener aquel  argumento perverso,  que renueva  su apariencia legal y tranquiliza los nervios de un carácter original, tan falso como siniestro.

La medida del gobierno es desfigurada de modo que se interpreta por el lector como una garantia que prueba verdadera la versión del diario,  de una liquidación normal y sin irregularidades. La opinión pública, se inclina en favor de los acusados, a pesar de las contradicciones,  las partes que no le cierran o que le faltan del relato.  La posición esta tomada, y modificarla implica demasiado esfuerzo.

Para asegurar ese objetivo, la editorial no menciona que en el mismo decreto, el Gobierno reconoce que los padecimientos sufridos por Saiegh son compatibles con el accionar del Terrorismo de Estado. y por lo tanto,  la justicia es quien debe dictar la medida que repare los daños causados. Y no deben limitarse a la restitución de los bienes desapropiados ilegítimamente únicamente, también debe garantizar una compensación justa y proporcional a las perdidas ocasionadas por ese accionar criminal. Pero sobre todo, debe investigar, juzgar y castigar a quienes cometieron esos crímenes en su nombre. El pago de la indemnización, habría saldado una parte del daño, pero corrigiendo los errores por la mitad,  podría causar otros nuevos. Como por  ejemplo, si al reparar los daños materiales,  asume la responsabilidad total de sus delitos,  les estaría garantizando la impunidad total a quienes los planificaron, los ejecutaron y se beneficiaron.

Hasta entonces, habrá que tolerar este tipo de paradojas y contradicciones de este tipo; como levantar la bandera de los Derechos Humanos,  pero negar delitos y apropiaciones ilegitimas de bienes con argumentos que se obtuvieron al violarlos; o como salir en defensa de los intereses públicos, solamente para conservar los beneficios privados que se apropiaron administrando el estado a través del terror y el terror a través del estado. 

La editorial,  acusa a Eduardo Saiegh de ofender la memoria de quienes han sufrido ‘realmente’ violaciones de los derechos humanos, porque sus reclamos  se apoyan en  hechos que ‘resultarían falsos’. No lo afirman y lo presumen,  de modo que desconocen la realidad de los hechos. Y los desconocen,  porque desestiman los fallos de la Justicia que, en Democracia y en reiteradas ocasiones  confirman que Saiegh fue secuestrado, torturado y despojado de sus bienes en 1981.

Pero no explican que actualmente,  promueve junto a la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, una querella contra José Alfredo Martínez de Hoz y Alejandro Reynal, por encontrarlos responsables de esos delitos,  los cuales han sido declarados ‘de lesa humanidad’. Estos reclamos, para La Nación, ofenden la memoria de las victimas. Pero no de todas. Solo algunas. Solo las que, por alguna oscura razón, ellos saben que son reales.  La Nación puede decir quienes han sufrido realmente delitos de ese tipo y quienes no. Tal vez por eso puedan hablar en su nombre, y ocultar que esos reclamos en verdad no ofenden a las victimas, sino mas bien, asustan a sus victimarios.

Explican que el  BLA  fue “liquidado por insolvencia”  y que cae en esta situación “agobiado por una cartera de autopréstamos y créditos a empresas insolventes”. Este argumento, se obtuvo mediante secuestro y tortura. Con esos métodos,  amenazaban a la victima y la obligaban firmar los documentos, que le daban un aspecto legitimo al desapoderamiento y un argumento para poder justificarlo en ocasiones como la que presenta esta editorial,  que sigue en esta línea y lo demuestra con la misma impunidad que pasa inadvertida. “La liquidación siguió los procedimientos aplicables al caso”, explican con ironía, y trasmiten  en codificado, el orden establecido por el terrorismo de estado.

Con respecto al  “Estado de Terror”, ¿Porque el Gobierno debería tomar medidas tan severas como las que La Nación espera  que tome solamente por ese “descalificativo? Quizás están muy acostumbrados a hablar bien del poder de turno y recibir favores a cambio. Y tal vez, eso explique porque saben quienes han sido realmente victimas y quienes no. Y por eso no le llevan esa información a la Justicia, y prefieren utilizarla en esta editorial para que los civiles ideólogos y cómplices de la dictadura, sigan castigando a sus victimas.

M.R.
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